«Sabe también que el teatro está en otra parte, y que aquí queda el esqueleto, pero ese esqueleto es esencial para que luego pueda surgir algo con fuerza, aunque esa fuerza sea destructiva y lo convierta en otra cosa. La literatura dramática como viaje, el teatro como el recuerdo vivido de ese viaje. […] Ahí vemos el tránsito y como en la obra escrita está esa sustancia que alimenta al monstruo teatral, que Carreras y Calderón multiplican. Dos elementos diferentes, la escritura y su materialización, de una potencia brutal. Todo está bien».